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  • El n mero de que corresponde al segundo semestre

    2019-05-15

    El número 63 de , que corresponde al segundo semestre del presente año 2016, pone buy Puromycin disposición de la comunidad académica un conjunto variado de artículos sobre América Latina y un pequeño dedicado a la literatura brasileña. Eduardo Ayala Tafoya abre el número con “Lope de Aguirre: rebelión y contraimagen del mundo en Perú”, sobre la controvertida figura de Lope de Aguirre, quien encabezó la última rebelión de importancia contra la Corona española en el virreinato peruano. Más que calificarlo como loco o traidor, el artículo busca comprender tanto la figura del caudillo, como la del propio levantamiento desde el horizonte histórico de la cultura política de la época, donde intervienen las categorías de pacto y vasallaje. Según expresa Lope de Aguirre en una de las cartas, se habían quebrado los viejos vínculos medievales que establecían derechos y obligaciones mutuas entre el rey y sus vasallos, el rey había faltado a su compromiso de hacer justicia y recompensar los servicios de sus más leales súbditos, los conquistadores. “La revista de la derrota. Exilio y democracia en (1979-1981)”, de Diego Martín Giller, estudia la publicación denominada , revista editada en México por un grupo de exiliados argentinos provenientes de la izquierda socialista y del peronismo. A la luz de la idea de “derrota”, el artículo analiza la discusión que se llevó a cabo en las páginas de la publicación sobre los temas del exilio y la democracia. En “ e : la construcción visual de la mujer guerrillera”, Mónica Morales realiza un acercamiento al modo como la prensa mexicana forjó una imagen de la mujer guerrillera a partir de las fotografías elaboradas por los fotorreporteros Rodrigo Moya y Pedro Valtierra para los casos de Guatemala (1966) y Nicaragua (1979).
    FRACASADA EXPEDICIÓN A LOS REINOS DE OMAGUA Y EL DORADO Y ALZAMIENTO Tal vez porque se desarrollaron en ámbitos urbanos, la historiografía especializada en el ciclo de guerras civiles y rebeliones peruleras sostiene que éstas terminan en 1554 y así suelen soslayar a la última: aquella que unos seis años después encabezó Lope de Aguirre en medio de la selva amazónica. Todo empezó con motivo de una empresa de expedición, espoleada por informes de algunos indios de Brasil sobre la existencia de unos fabulosos reinos ribereños del Amazonas: Omagua y El Dorado. En 1558 el virrey marqués de Cañete encomendó al famoso conquistador don Pedro de Ursúa que encabezara la misión. La hueste empezó la navegación del gran río el 26 de septiembre, pero cuatro meses después y antes de que lograran alcanzar la desembocadura, en enero de 1561 hubo un motín que culminó con el asesinato del capitán Ursúa y de algunos de sus adeptos. Los rebeldes, acaudillados por Lope de Aguirre, navegaron hacia el norte seis meses y desembarcaron en la isla de la Margarita en el mes de julio, luego se internaron por el actual territorio de Venezuela, hasta alcanzar Barquisimeto, donde los supervivientes se enfrentaron a Null mutation los soldados del rey. La malograda aventura concluyó ahí, con la muerte de Lope de Aguirre el 27 de octubre de 1561. Aquí vale la pena explicar que, aparte de su natural jefatura política y militar acordada con las autoridades superiores, el comandante de una expedición era por lo común socio o inversionista del proyecto. Era su responsabilidad proveer el avituallamiento (barcos, caballos, pertrechos militares, alimentos, etc.), que él adquiría a crédito y que vendía a los participantes. De tal forma que si la empresa fallaba, las pérdidas no iban tanto en detrimento suyo, pues de cualquier manera retenía el botín logrado por escaso que fuese, sino de la tropa, que al repartirse la deuda, acababa por cargar con el mayor peso de ella. Por ello, los expedicionarios anhelaban encontrar y hacerse de riquezas cuanto antes y cuando esto no sucedía, era fácil que afloraran las inconformidades y luego la sedición. Por el carácter doble de autoridad-empresario de los jefes, lo que podía haber quedado circunscrito a una demanda comercial privada, trascendía al ámbito político y judicial para convertirse en delito de insubordinación. En caso de sobrevivir a un motín y de llevar el caso a tribunales, el jefe ultrajado siempre podía esgrimir haber sido víctima de la rebeldía y la ambición desmedida de sus hombres; los amotinados, en cambio, solían denunciar a su comandante por tiranía y fraude al real fisco.