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  • Las colaboraciones de Woinoff conforman el ltimo v

    2019-05-18

    Las colaboraciones de “Woinoff ” conforman el último vértice de la constelación intelectual que, Bestatin nuestro juicio, pudo haber ayudado en el cambio intelectual de Bilbao. En ellas, el pretendido “atraso” se vuelve reserva moral desde la cual la democracia radical europea puede pensar de manera inédita el sentido auténtico de su proyecto: la comunidad campesina adquiere la dignidad de las repúblicas romanas; y, como diría Bilbao años después, el pasado terco del pueblo organizado, que en Rusia y otras naciones eslavas se resiste a ser domesticado por el proceso de modernización, puede comenzar a “profetizar”.
    Se conoce desde hace algún tiempo la importancia de una carta de Lamennais sobre el pensamiento y la obra de francisco Bilbao, carta fechada en París el 5 de diciembre de 1853. Ella puede servir de hito para distinguir dos grandes épocas en la carrera intelectual de Bilbao (1823-1865). La primera comprendería el periodo desde su regreso a Santiago desde Lima a comienzos de 1839 hasta su partida de Lima hacia París en mayo de 1855. La segunda comprendería el periodo entre su llegada a París en julio de 1855 y el último periodo de su producción en Buenos Aires a fines de 1864. La carta sería un hito para esta diferenciación si en ella apareciera la idea de , y si esa proposición diera lugar a la instancia de empleo del nombre “la América latina” acontecida en la , conferencia leída por Bilbao en París el 22 de junio de 1856, publicada dos días después, y que es, hasta donde se sabe, el documento de la primera ocurrencia de su utilización. El propósito de este artículo es volver a este aserto y discutir la cuestión del empleo de la expresión en Bilbao desde nueva documentación a la vista. Edmundo o’Gorman propuso en 1958, en lugar de la idea del de América, la idea de una de América por Europa. En 1968, John Phelan tomó la hebra de la distinción entre las dos Américas, la latina y la sajona, y siguiendo la pista a la idea de América Latina, concluye que se trata también de una invención europea. América Latina, dice, “fue concebida en francia durante la década de 1860, como un programa de acción para incorporar el papel y las aspiraciones de francia hacia la población hispánica del nuevo mundo”. concretamente, habría aparecido por primera vez en un artículo de L. M. Tisserand titulado “Situation de la latinité”, fechado el 1º de junio de 1861, publicado en la . Sólo con posterioridad, añade Phelan, habría sido implementada por “dos autores hispanoamericanos que residían desde hacía mucho tiempo en francia”. Esos dos hispanoamericanos aludidos por Phelan son, seguramente, el colombiano José María Torres Caicedo y el argentino Carlos calvo. ninguna alusión existe en el artículo de Phelan, hasta donde advertimos, al papel desempeñado por Bilbao en el mencionado bautismo. En 1965, sin embargo, Arturo Ardao indicaba fechas anteriores y empleos más complejos del nombre. Este trabajo inicial de Ardao fue el comienzo de una investigación mayor sobre el origen del nombre “América Latina” publicado en 1980, investigación en la que concluye que es una idea francesa en cierto sentido, pero que el empleo francés del nombre es posterior a keratin la instancia de la primera ocurrencia de utilización. El nombre es “obra de hispanoamericanos, no de europeos”, dice Ardao en contra de Phelan. de inspiración francesa, el nombre “la América latina” sería anterior a su uso francés y sería, concretamente, localizable en el poema de torres caicedo, poema fechado en Venecia el 26 de septiembre de 1856 y publicado en el 15 de febrero de 1857. Ardao advierte el empleo de la expresión en la conferencia de Bilbao, pero no le asigna a esa ocasión de empleo más relevancia que la de “un paso”, que califica de “vacilante”, “ocasional” y “esporádico”. no insistiría Bilbao en ella con posterioridad y no daría lugar, entonces, esa instancia de empleo, a su uso y consolidación posterior, cuyo uso pertenecería a torres Caicedo, quien habría, frente a la amenaza de la presencia yanqui en Centroamérica en ese mismo momento, creído encontrar “en las tradiciones de la latinidad un nuevo horizonte histórico de inspiración y de cohesión para nuestra América”.