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  • Partamos primero de la v ctima sacrificial Fernando Valle

    2019-04-22

    Partamos primero de la víctima sacrificial: Fernando Valle. Desde su juventud, Fernando es aislado de la sociedad. Su familia lo rechaza, como explica al médico-narrador (120). Una víctima “sacrificable”, según Girard, tiene que ser alguien diferenciado de la sociedad; las víctimas son seres marginalizados. Para el teórico, la víctima sucedánea es seleccionada porque es “sacrificable”; para que sea un acto que permita que la violencia recíproca e incontrolable sea subvertida. Y Fernando claramente es un ser marginalizado: no solo es expulsado por su familia sino que es diferenciado de los demás por su apariencia física, completamente desagradable: tenía un cuerpo “raquítico y endeble; moreno, pero tampoco de ese moreno agradable de los españoles, ni de ese moreno oscuro de los mestizos”, sino que tiene un color pálido y enfermizo (9). Su padre lo echa de casa p or sus ideas liberales, tal como Fernando parece que simplemente su presencia provoca repudio; no puede ser sociable, es un fracaso en cualquier situación social (por ejemplo, en el salón de su prima [24]). Terry Eagleton, en (), precisa que la víctima sacrificial por el hecho de estar “beyond speech and sociality, becomes a judgment on that order in its very being, embodying what it tubulin excludes, a sign of the humanity which it expels as so much poison” (279). Ciertamente, así es el caso de Fernando, tal como lo explica al médico: “el hogar paterno me negó desde niño su protección y sus goces, a causa de mis ideas y no de mi conducta” (120). Su padre, religioso y conservador, percibe al enemigo liberal en su hijo, y lo expulsa de su casa, alejando de este modo la amenaza que observa en él. Incluso en casa de sus parientes en Guadalajara, a pesar de ser una persona de clase alta y bien educada, su presencia inquieta: dicen que es raro, que tiene que ser nervioso, que causa antipatía, y que hay que sospechar acerca de su conducta por la división entre él y su padre (28). De una manera u otra, lo miran como un peligro, actúan como si quisieran expelerlo de sus vidas, evitando de este modo las reacciones incómodas que produce su figura. Al ser rechazado por su familia desde su niñez, su único medio para integrarse en la sociedad es ser militar, por lo cual ingresa al ejército, pero tampoco es aceptado allí: los demás militares lo desprecian. El aislamiento de Fernando de la comunidad es aún más acentuado por la presencia de Enrique Flores, a palindrome quien el médico-narrador presenta al principio como el opuesto de Fernando: rubio, robusto y muy sociable (7–8). Ahora, a pesar de tener que ser diferente, la víctima, como manifiesta Girard, para ser “sacrificable”, también necesita tener rasgos en común con la comunidad que sustituye. Fernando Valle sí los tiene. Liang, por ejemplo, ve la caracterización de Fernando en función del anhelo de Altamirano por “configurar a un hombre típicamente mexicano” (116). Aunque tal vez la observación sea demasiado generalizadora, su vinculación con la gente más humilde, con las masas (los lectores de la novela, según Altamirano), queda clara cuando expone el origen de sus ideas liberales: son introducidas por el único amigo verdadero de su vida: un mestizo pobre (120). También Fernando está fuertemente vinculado con los demás personajes de la novela por ser de la clase alta. Para percibir las demás semejanzas, hay que entrar en el tema de la rivalidad. Girard describe la rivalidad en términos del deseo mimético, una dinámica que siempre induce a la violencia vengativa y lleva a una crisis sacrificial. La relación de rivalidad entre Fernando (militar serio y seco) y Enrique (militar poco serio y mujeriego) es patente desde el principio no solo por las oposiciones de la caracterización de rivales, tan característica del romanticismo (Yáñez: 218), sino por la estructura misma de la novela. Como señala Jorge Enrique Rojas Otálora, “la existencia de una estructura dual en , organizada a partir de un sistema de paralelismos y oposiciones” queda en evidencia desde la primera observación y para el crítico revela una mirada dual que se discutirá más adelante (55, 71). Esta oposición manifiesta físicamente en la estructura narrativa se presenta en la relación de rivalidad entre Fernando y Enrique. No se llevan bien, incluso antes de que Fernando empiece a hablarle a Enrique de su prima Isabel. Al hablar de ella, no obstante, en la escena cuando Fernando la menciona, vemos una manifestación ejemplar del deseo mimético. Girard establece que hay una estructura mimética y triangular del deseo: no se desea un objeto por las cualidades del objeto sino porque otro, el rival, lo quiere, creando así una red infinita de deseos triangulares que eventualmente induce a la violencia. Cuando Fernando menciona a su prima, el deseo de Fernando despierta el deseo de Enrique y solo por esta razón se apasiona por conocerla.